miércoles, 1 de diciembre de 2010

NO PUEDE FALTAR EL MARAVILLOSO DIA DE MUERTOS


 
Es en Janitzio, Michoacán donde el turismo se siente más atraído por el ambiente mágico y exótico de la celebración; mientras los vinos se congregan frente a los despojos mortales de sus seres queridos, puede escucharse el lúgubre tañer sonoro de las campanas, invitando a las almas a presentarse. A las doce de la noche del primero de Noviembre, mujeres y niños se dirigen solemnemente hacia los lugares en los que reposan sus muertos, colocan bellas servilletas sobre sus tumbas y depositan los manjares que estos prefirieron en vida. Al rededor se colocan flores y velas que permanecen encendidas toda la noche, acompañando así los rezos y cantos... a lo lejos, una campana suena implorando el descanso de las almas ausentes. Mixquic, en el Distrito Federal, es un lugar digno de ser visitado, al igual que sus alrededores, donde se encuentran conventos, capillas, templos y parroquias que datan del siglo XVI. Las tradicionales calaveritas de amaranto, simbolizan una vez más, la tradición mexicana de "comerse a la muerte". Las familias de San Andrés Mixquic se dan a la tarea de confeccionar los altares para muertos y de preparar las ofrendas con las que han de invitarlos a visitar su antiguo hogar.

En Huatzio y Jarácuaro (estado de Michoacán) las ceremonias de velación de los muertos, si bien se desarrollan de manera similar, tienen un colorido y sabor que las convierten en las más primitivas y auténticas. Se dan cita numeroso conjuntos de danzantes, cantantes, flautistas que difunden el folklore más puro de la región. El día dos, luego de rezar los alabados en el atrio de la Iglesia, se reparten entre los asistentes las ofrendas depositadas para partir a bendecir los sepulcros. Así es como se festeja en México el día de muertos: de manera desbordante. En la mayoría de los hogares, panteones, iglesias y múltiples rincones de todo el país, la MUERTE es objeto de bromas, especulaciones, ritos, artesanías y juegos de lo más diversos y extraños. Una tradición arraigada desde hace mas de 600 años que se repite "religiosamente" desde fines de Octubre hasta el día tres  de noviembre.


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El ritual de velación el día de muertos, constituye una de las manifestaciones religiosas por excelencia. Durante la noche del 1 de noviembre, llevan hasta el lugar donde yace la tumba de sus antepasados, la ofrenda símbolo de recuerdo y presencia a la memoria de sus seres fallecidos; así que, quienes conforman el evento y la representación, lo hacen con profundo respeto, de veneración a los seres que materialmente ya no existen, y al recuerdo de lo que fueron. La velación ha tenido un profundo arraigo en varios pueblos de Janitzio, Jarácuaro, Tzintzuntzan, Ihuatzio y Tzurumútaro localizadas dentro de la región del Lago de Pátzcuaro.

El ambiente de Janitzio y de los demás poblados en la víspera del día de muertos es de gran fiesta, hasta que empieza el conjuro mágico de los sonoros bronces de las campanas, las almas de ultratumba se presentan y los vivos se congregan ante los despojos mortales de los desaparecidos. Negras siluetas van apareciendo por doquier. Llenas de amor van llegando almas piadosas con las ofrendas, cortan flores, llevan dulces, consagran alimentos como: panes y frutos, etc. Con ellas erigen un altar sobre la tumba y se sientan resignadas a contemplar las llamas de los cirios y murmuran oraciones por sus muertos. A intervalos se arrodillan ante la cruz que preside el rito, y quedan pensativos como evocando a los difuntos añorando su presencia.

Admira las coloridas ofrendas, respira un toque de misticismo del peculiar incienso y deambula por los pasillos y calles de estos pueblos para recordar una de las tradiciones más respetadas y celebradas en nuestro país.

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